La idea inicial para Connerland, la novela que publiqué en 2017, surgió en algún momento de 2012, cuando acabé La Chica Zombie y El Show de Grossman. Volvía a casa en tren. El tren no es un buen lugar para que se te ocurran ideas, evidentemente siempre es mejor la ducha, y esto está comprobado, no sé por qué asunto cerebral, la ducha ES EL SITIO, pero, decía, volvía a casa en tren y me dije que en mi siguiente novela habría un escritor que, como Kilgore Trout, pero no el Kilgore Trout de Matadero Cinco sino el de Dios le bendiga, Míster Rosewater, habría escrito muchísimo, habría creado otros mundos alucinantes, habría hecho feliz a las almas tristes y solitarias de este mundo, pero nunca habría dejado de no ser nadie.
Habiendo escrito y publicado 117 novelas, a nadie le suena su nombre y es pobrísimo. Su mujer, que se dedica al negocio de los champús, de hecho, se conocieron en algún tipo de fiesta de champús, porque a él sobre todo le preocupa su pelo – siempre me imaginé a Voss como a Lindsey Buckingham, de Fleetwood Mac –, le aborrece y está a punto de dejarle cuando Voss, jugando, como es costumbre en él, a dispararse a sí mismo con el secador de pelo después de ducharse, muere absurdamente electrocutado. Entonces, me dije, ese tipo se hará famoso. Famosísimo. Porque su agente ese día tiene una reunión con el editor capaz de convertir en ORO cualquier cosa. Y ¿qué va a pasar con Voss? Oh, Voss cree que le han abducido los extraterrestres, porque ha acabado en una sala enorme, repleta de gente, esperando su turno, en toalla de baño, y con el pelo mojado. Cosa que para él resulta insoportable. Bien. Tenía ese personaje que no iba a encontrar, como Kilgore, a un Eliot Rosewater – su único lector en la novela de Kurt Vonnegut que he mencionado antes –, es decir, nadie iba a crear un festival literario del que él sería el único invitado, pero que iba a poder ver cómo se hacía tremendamente famoso. Recuerdo que ese día anoté que el libro debía acabar con una entrevista en televisión. Una entrevista a un fantasma. Porque Voss iba a volver a la Tierra, claro, pero iba a tener una médium, una Oda Mae – sí, la otra referencia era Ghost – que iba a ser una azafata de vuelo guapísima que se odiase a sí misma y soñase con que devorase alguna parte de su cuerpo un tiburón blanco, o sacarse un ojo. Algo así. Y digamos que así empezó todo. Lo que siguió fueron días y días, cientos de ellos, miles, a los que les robaba una hora, o una hora y media, para ir adentrándome en ese otro mundo. ¿Cómo? Clicad en el curso de escritura y publicación de tu propia novela y lo descubriréis.

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