Hay un género específico de la comedia que solo existe en México y en ningún otro lugar del mundo: los chistes de terremotos. No existe ni siquiera en Chile o en Japón, donde tiembla igual o más que en México. Pero bueno, parece que “así somos los mexicanos” (resoplidos de resignación).

Digamos que tiembla y, en cuestión de segundos, con la tierra todavía bamboleándose, proliferan los memes y los chistes en las redes sociales. No voy a contarlos aquí. Quien quiera, que los busca en internet. La verdad, a mí ese humor no me gusta. No me da risa. Ya sé, soy un sensible. Más bien: mi umbral de sensibilidad no tolera el sufrimiento arbitrario, aleatorio, absurdo, que produce un terremoto.
No me río, en realidad, porque esos chistes se burlan de las víctimas. Y yo siempre me pregunto, ¿no deberíamos reírnos del victimario? Y aquí viene la pregunta filosófica de esta breve columna: ¿no deberíamos perderle un poco el respeto a la “madre tierra”, Pachamama, y burlarnos de ella? ¿Qué tipo de madre te sacude y te aplasta y te revienta? Una madre psicópata. ¡Basta de metáforas de la maternidad! Estamos hablando de un planeta asesino, o, cuando menos, defectuoso.
Así que aprovecho este espacio para hacer mi humilde propuesta al pueblo mexicano: menos chistes de víctimas y más de placas tectónicas.
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