El humor siempre es contextual y la obra de Walser se enmarca en las primeras décadas del siglo más sangriento, con las dos guerras mundiales que hacen del humor algo absurdo y descentrado. La obra de Robert Walser tiende un puente entre los grandes novelistas del XIX y las vanguardias del XX. El carácter experimental de la obra de Robert Walser (a quien Kafka le debe mucho, y que encuentra ecos también en las obras de Evelyn Waugh o Nathanael West), carga con mucha ironía y mala leche contra la tradición del Bildungsroman (la “novela de aprendizaje”), conciliando el humor absurdo y la premonición de las dictaduras.

La novela narra les peripecias de Jakob, que ingresa voluntariamente en un centro educativo, en régimen de internado, para aprender a servir. Escrita a modo de diario que Jakob escribe durante su estancia, nos dice cosas como esta:
«Aprendemos de memoria los preceptos que rigen aquí dentro. O leemos el libro. ¿Qué meta se propone la escuela para muchachos Benjamenta? (…) Aquí sólo se da una lección, siempre repetida: ¿Cómo debe comportarse un muchacho? Y toda la enseñanza gira en torno a esa pregunta. En cuanto a conocimientos, no se nos enseña ninguno”.
El internado es un microcosmos con unas normas ridículas, pero pronto nos damos cuenta de que no es nada más que un reflejo del mundo en el que vivimos. Es una obra sobre las relaciones de poder y la sumisión que, mediante la parodia y la ironía, nos está diciendo que la única forma de rebelarse ante una maquinaria que nos quiere sometidos es a través del arte y la risa.
Para los fans de Walser, existe una película de los hermanos Quay sobre la novela, Institute Benjamenta, or This Dream People Call Human Life (1995), disponible en Filmin, que vale mucho la pena y que reseñé aquí.
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