Llega el momento de los deberes: escribir tu propio monólogo. Al fin y al cabo, esto es una escuela, y las risas también cuestan sudor.
Ponte a escribir ideas, chistes, monólogos cortos, y poco a poco te irán saliendo con mayor facilidad. Y no te agobies pensando aún en escenarios, platós, audiencias mundiales. Puedes probar tu material en redes sociales y ver qué respuesta tienes. Puedes contactar con humoristas principiantes para que te recomienden micros abiertos de tu ciudad, y probar texto. Aunque te dé vergüenza. Comprobar en directo cómo funciona lo que tú piensas y escribes es maravilloso… si sale bien. Y si te sale una mierda, no pasa nada, de las malas experiencias también se aprende. Y si decides que hablar en público no es lo tuyo, intenta colaborar con otros cómicos principiantes. Piensa que cómicos con material malísimo los hay a patadas, y agradecerán tu ayuda. Así podéis crecer juntos artísticamente.
Y si no quieres seguir una carrera humorística, no pasa nada. Puedes cultivar el humor en tu vida diaria, así que aprovéchalo. El mundo es un gran escenario lleno de público con ganas de reír.
Suerte y bienvenido a la comedia.