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Mi cuento preferido

Ramon Pardina

Nadie me lo ha preguntado, pero yo me he pasado cierto tiempo de mi vida pensando cuál sería mi cuento preferido si algún día alguien me lo preguntase. Todo el mundo piensa alguna vez en su canción preferida, pues yo en el cuento. Cada uno con sus cosas. Y finalmente, creo que he llegado a la conclusión que es este cuento de Slawomir Mrozek (es mi cuento favorito pero, curiosamente, no sé escribir el nombre de quién lo ha escrito porque no sé como tachar la l ni poner un punto encima de la z en el teclado como corresponde, cosas de la vida).

Mrozek es un escritor polaco nacido en 1930 y que, como muchos otros de los escritores que más me gustan (Calders, Cortázar o incluso Kafka) fue también dibujante y viñetista. Quizá sea casualidad pero me inclino a pensar más bien que es porque esto conlleva una cierta visión divertida y sarcástica de la realidad.

El cuento en cuestión es el siguiente. Se titula “La revolución” y pertenece al libro “la vida difícil”:

“La revolución.

En mi habitación la cama estaba aquí, el armario allá y en medio la mesa.

Hasta que esto me aburrió. Puse entonces la cama allá y el armario aquí.

Durante un tiempo me sentí animado por la novedad. Pero el aburrimiento acabó por volver.

Llegué a la conclusión de que el origen del aburrimiento era la mesa, o mejor dicho, su situación central e inmutable.

Trasladé la mesa allá y la cama en medio. El resultado fue inconformista.

La novedad volvió a animarme, y mientras duró me conformé con la incomodidad inconformista que había causado. Pues sucedió que no podía dormir con la cara vuelta a la pared, lo que siempre había sido mi posición preferida.

Pero al cabo de cierto tiempo la novedad dejó de ser tal y no quedo más que la incomodidad. Así que puse la cama aquí y el armario en medio.

Esta vez el cambio fue radical. Ya que un armario en medio de una habitación es más que inconformista. Es vanguardista.

Pero al cabo de cierto tiempo… Ah, si no fuera por ese «cierto tiempo». Para ser breve, el armario en medio también dejó de parecerme algo nuevo y extraordinario.

Era necesario llevar a cabo una ruptura, tomar una decisión terminante. Si dentro de unos límites determinados no es posible ningún cambio verdadero, entonces hay que traspasar dichos límites. Cuando el inconformismo no es suficiente, cuando la  vanguardia es ineficaz, hay que hacer una revolución.

Decidí dormir en el armario. Cualquiera que haya intentado dormir en un armario, de pie, sabrá que semejante incomodidad no permite dormir en absoluto, por no hablar de la hinchazón de pies y de los dolores de columna.

Sí, esa era la decisión correcta. Un éxito, una victoria total. Ya que esta vez «cierto tiempo» también se mostró impotente. Al cabo de cierto tiempo, pues, no sólo no llegué a acostumbrarme al cambio—es decir, el cambio seguía siendo un cambio—, sino que, al contrario, cada vez era más consciente de ese cambio, pues el dolor aumentaba a medida que pasaba el tiempo.

De modo que todo habría ido perfectamente a no ser por mi capacidad de resistencia física, que resultó tener sus límites. Una noche no aguanté más. Salí del armario y me metí en la cama.

Dormí tres días y tres noches de un tirón. Después puse el armario junto a la pared y la mesa en medio, porque el armario en medio me molestaba.

Ahora la cama está de nuevo aquí, el armario allá y la mesa en medio. Y cuando me consume el aburrimiento, recuerdo los tiempos en que fui revolucionario.”

Es un ejemplo de cómo explotar todos los ingredientes y posibilidades que te ofrece una historia aparentemente sencilla. Y además, como todos los grandes cuentos, tiene una idea potente, reveladora, detrás, que va más allá del humor y de la propia anécdota. Va de lo concreto a lo absoluto.

Para mí, es el cuento perfecto. Un cuento redondo, y no solo porque tiene estructura de círculo.

Publicado en: General

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